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  Durante estos minutos en los que me acompañarás por este inventario referenciaré algo que se convirtió en parte de mi vida y que alimenta con sus premisas lo que soy y lo que quiero ser. Tratando de ser breve, compartiré siete premisas fundamentales de la impro, útiles para la vida, para trabajar en equipo y para aquellas personas que se inician en la creación in situ y que requieren ideas para continuar su camino. Advertencia: algunas de estas premisas parecen contradecirse, pero es falso lo que acabo de decir. ¡Touché!

1. Aprovecha el error como forma para aprender y crear. Hazle el quite al sistema que nos obligó a pensar que: si aciertas, mereces un premio; si te equivocas, prepárate para el castigo. El error te enseña un camino y es el del descubrimiento. Gracias a las preguntas que surgen de las equivocaciones podrás afinar tus procesos y mejorar. Seré breve: sin el error el acierto es un accidente. Para la escena, el error es una revelación de lo auténtico, lo verdadero y humano. Y sí, el público disfruta con el acierto, pero el error cuando es cometido por alguien que cuenta con la grandeza de aprovecharlo genera alegría e identificación: ¡es que todos fallamos alguna vez! De manera más profunda, se produce la identificación de quien es espectador del error con aquel que lo reconoce, y esto brinda un canal de comunicación más positivo y honesto que la negación del mismo. Además, cuando aceptamos el error nos despojamos del castigo propio y esto nos permite volcarnos a lo auténtico, nos permite reconocer el defecto y hallar la belleza en la fealdad, destruyendo estos cánones y marcos.

2. Para hacer algo bien: se entrena. Aplicado a la vida misma, la diferencia entre salir bien librado de una situación inesperada radica en estar o no estar preparado. ¡Nunca dejes de entrenarte! Por supuesto, el trabajo en equipo, sea para la escena o no, requiere un hacer con el otro y esto implica encontrarse en un grupo de personas que esté dispuesta a prepararse contigo, documentarse y lanzarse al ruedo con los avances. Indagar sobre las diferentes herramientas para la creación colectiva, la multiplicidad de formatos y objetivos, repasar artículos, ensayos y libros sobre el tema específico, volver a los vídeos que te brindaron algo y asomarte a lo que están haciendo otros grupos en otros lados, todo esto resulta fundamental. Se equivocan quienes consideran que el talento es suficiente y a ojo de buen observador se nota mucho cuando un grupo está lleno de pop stars y de poco equipo. En síntesis, para improvisar sólo el entrenamiento sirve porque el guion supo irse de paseo. ¡Bienvenido el trabajo en la incertidumbre!

3. Confía en tu compañero de equipo. Es primordial la confianza, creer que el otro está decidido a cumplir su rol y que se mantendrá firme hasta el final y que tú correspondas de igual forma. Por supuesto, la confianza se gana, se construye y también se rompe. En algunos casos implicará que algunas personas se vayan o te vayas, pero si no puedes confiar en el otro, te atrapó el desastre. Piensa por un momento en lo angustiante que resulta cuando el auto se avería en medio del viaje… La sensación es horrible, ¿cierto? En caso de estar en un escenario, si llega a pasar, tendrás que improvisar, pero al final ese tipo de cosas te hacen perder el gozo y eso debes cuidarlo como un tesoro. Hacer ejercicios que fortalezcan la confianza es algo fundamental y resulta maravilloso cuando puedes cerrar los ojos y saber que al lado tienes a alguien que seguirá contigo hasta el final del trabajo. Cuando eso pasa, sin duda, podrás celebrar y decir que sí tienes equipo. No descartes, entonces, como parte del plan, actividades que tengan como objetivo único fortalecer este aspecto.

4. Escucho, luego hago. Nuestra cultura occidental nos enseñó a presentar primero las respuestas que a escuchar las preguntas y esto es fatal. La importancia de la pregunta, de la información, es vital para construir acertadamente. Escuchar para ser certero en las propuestas se resalta en muchas partes, pero se entrena poco. ¿Eres de los que se desespera cuando guarda silencio? Si es así, ten cuidado. La falta de escucha, cuando tus órganos están en perfectas condiciones, está asociada a la ansiedad, a la intolerancia, al egocentrismo, a la falta de humildad… ¡Qué cosas tan terribles esas! En el caso del trabajo en colectivo, escuchar a tu compañero te permitirá comprender mejor cómo se comunica, descubrir quién es. Existen muchos ejercicios para redoblar la atención y la diferencia entre una buena historia y una floja está en saber leer los detalles. La escucha, entonces, también debemos asociarla a la observación. Identificar cómo viene corporalmente mi compañero me dará la clave para entender su momento. En la escena, tal vez reseñar cómo movió mi compañero su mano entre el cabello es la clave del relato y el detonante, pero nada de esto sirve si te apoltronas en la insensibilidad y la sordera.

5. Pensamiento estratégico: si gana mi compañero, ganamos todos. Muchas veces te jode la búsqueda del triunfo personal, el egoísmo y esto termina por destruir la creación colectiva. En cualquier equipo esto es fatal y en la escena es algo horroroso para el espectador. La idea del actor cuya aura reviste la escena con sólo caminar y sana a los enfermos con la sombra es el tiquete de entrada al fracaso. Los mejores momentos están configurados cuando todo el equipo se alinea. En ese sentido, vigila bien tu ego, porque siempre va a querer joder el proceso. Acepta el surgimiento de liderazgos cuando surjan y no aplastes a tus compañeros para sobresalir tú, que si alguno sabe mostrar el camino y el equipo llega a buen puerto, habrán ganado todos y entre ese “todos” recuerda que estás tú. Durante la vida o la representación de la vida, todo fluye mejor cuando se supera el objetivo simple de la imposición de autoridades, va mejor cuando se obedece el trazado a una estrategia que el colectivo entiende. Para los equipos que tienen problemas de este tipo, la salida preferible es tener la madurés suficiente para hablarlo y ajustarlo, afinar el instrumento antes de que suene peor.

6. Sé generoso y nunca te guardes nada para que el otro triunfe. Es sencillo: si mi vecino está bien, yo estoy bien. Esta idea es compleja porque ha sido manoseada en lo político, pero consiste en algo lógico y que puede verse como egoísta: si cuidas el bienestar del otro estás cuidando también el tuyo, porque si el otro fracasa, a la vuelta, la carga se hará más pesada para ti. En la escena es como en el fútbol, ponle el balón a tu compañero con la cancha despejada para que anote; si esto se instala como pensamiento colectivo, en algún momento de la historia serás tú el que anote con sólo poner el pie junto al balón. Además, ¿qué clase de atardecer es más hermoso, aquel en el que estás solo o aquel que lo compartes con alguien más? La generosidad consiste en dar abundantemente y la gente cree que esto obedece sólo al dinero. En realidad, la ausencia de capital es una tontería ante un alma mezquina.

7. Sé alegre y disfruta. Brinda a los demás momentos alegres y dedica un poco para el humor, para reír, pues tu equipo lo agradecerá. Nunca pierdas el gozo porque, si dejas de gozar, la gente a tu alrededor lo notará y eso se contagia. No se trata de vivir en una esquizofrenia absoluta, en una hilaridad absurda, sino de hacer lo posible, el mayor tiempo posible, y cultivar un camino de alegría. Además, como esto se contagia, en algún momento te salvará; no todos los días son buenos y tal vez llegue el instante en el que un compañero te haga reír cuando más lo necesitabas. Esto aplica al interior de los equipos y aplica para la escena: si el actor deja de disfrutarlo, la escena muere. Aplícale siempre algo de humor, encuentra lo tuyo, a tu forma, desde lo más parco que puedas ser y regala esto a tus compañeros. Suena a cuento del cuentero, pero hasta el Papa Francisco lo resaltó y hoy lo parafraseo: el truco está en reírse de algo todos los días.

          Finalmente, a manera de bonus track, te dejaré la premisa más importante y que puede movilizar todo lo dicho, como una catapulta para cumplirlo todo: habita en el presente, siempre. Hay gente que mantiene más en el pasado, tratando de corregir lo que ya no puede; o en el futuro, planeando lo que no ha sucedido. En ese vivir en otros tiempos se pierden del presente, se equivocan sin saber por qué, cultivan en su distracción la ausencia de vivir y apartan la generosidad y la alegría.

             Espero que estas reflexiones te sirvan, pues en Santa Palabra las usamos para ayudar a múltiples equipos a encontrar mejores formas de trabajo. ¡Mil hurras por la improvisación!

             Escrito por Jhohann Castell

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